miércoles, 1 de agosto de 2007
Tic, tac, tic, tac...
Hoy estoy menos idiota que ayer (ohm, ohm). Estoy escuchando, para paliar el frío, un recital de Led Zepellin en N.Y. En una parte Robert Plant se disculpa por llegar retrasado al recital, se excusa culpando el caótico tráfico de la ciudad neoyorquina. Escucharlo en su muy agradable inglés, me hizo pensar en las dos horas que esperé en un recital de Charly García en el estadio Víctor Jara. Mi ánimo decae cuando tengo que esperar, creo que a todo el mundo le carga esperar. En mi caso, lo mucho que esperé durante mi infancia en la puerta del colegio que mi padre me retirara al terminar la jornada, me dejó una huella tremenda (suena trágico) pero es así. Esa maldita costumbre de pensar que el horario es un estimado, nos caracteriza a los chilenos, sin embargo mi papá fácilmente se puede retrasar dos horas sin arrugarse, algo similar al divo argentino. Como ya lo conozco, me programo de la siguiente manera: si nos quedamos de juntar en la mañana, la hora acordada de reunión es la hora en que entro al baño con todo el repertorio de Madonna para cantar bajo la ducha; o si acordamos juntarnos a almorzar, quiere decir a las 16:00 hrs. entonces hay que comer antes para no desfallecer y estar en condiciones de tratar de sincronizar en su día de 28 horas. En el caso de la espera por Charly García era predecible, sin embargo no hay telonero que dé abasto con su "pedante inconsciencia mata fans", mejor colocar el CD en casa.
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